Retrato del poeta, León Felipe.
EL POETA Y EL FILÓSOFO
Yo no soy el filósofo.
El filósofo dice: Pienso... luego existo.
Yo digo: lloro, grito aúllo, blasfemo...luego existo
Creo que la Filosofía arranca del primer juicio.La
Poesía del primer lamento. No sé cual fue la palabra primera
que dijo el primer filósofo del mundo. La que dijo el primer
poeta fue ¡Ay!
Éste es el verso más antiguo que conocemos. La
peregrinación de esta ¡Ay! por todas las vicisitudes de la historia,
ha sido hasta hoy la Poesía. Un día este ¡Ay! se organiza y
santifica. Entonces nace el salmo. Del salmo nace el templo.
Y a la sombre del salmo ha estado viviendo el hombre muchos
siglos.
Ahora todo se ha roto en el mundo. Todo. Hasta
las herramientas del filósofo. Y el salmo ha enloquecido: se ha
hecho llanto, grito, aullido, balsfemia...y se ha arrojado de
cabeza en el infierno. Aquí están ahora los poetas. Aquí estoy
yo por lo menos.
Éste es el itinerario de la Poesía por todos los caminos de la tierra.
Creo que no es el mismo que el de la Filosofía.
Por lo cual no podrá decirse nunca: éste en un poeta filosófico.
Porque la diferencia esencial entre el poeta y el filósofo
no está como se ha creído hasta ahora, en que el poeta hable
con verbo rítmico, cristalino y musical, y el filósofo con palabras
abstrusas, opacas y doctorales, sino que el filósofo cree en la
razón y el poeta en la locura.
Cuando sentimos que se rompe el cerebro y se quiebra
en grito el salmo en la garganta, comenzamos a comprender.
Un día averiguamos que en nuestra casa no hay ventanas.
Entonces abrimos un gran boquete en la pared y nos escapamos
a buscar la luz desnudos, locos y mudos, sin discurso y sin canción.
Además los poetas sabemos muy poco. Somos muy malos
estudiantes, no somos inteligentes, somos holgazanes,
nos gusta mucho dormir y creemos que hay un atajo escondido
para llegar al saber.
Y en vez de meditar como el filósofo o de investigar
como los sabios, ponemos nuestros grandes problemas en el
altar de los oráculos o dejamos que los resuelva aleatoriamente
una moneda de diez centavos.
Y decimos, por ejemplo: Puesto que no sé quién soy...
que lo decida la suerte.
II
¿CARA O CRUZ?
Filósofos,
para alumbrarnos, nosotros los poetas
quemamos hace tiempo
el ázucar de las viejas canciones con un poco de ron.
Y aún andamos colgados de la sombra.
Oíd,
gritan desde la torre sin vanos de la frente:
¿Quién soy yo?
¿Me he escapado de un sueño
o navego hacia un sueño?
¿Huí de la casa del Rey
o busco la casa del Rey?
¿Soy el principe esperado
o el principe muerto?
¿Se enrolla
o se desenrolla el film?
Este túnel
¿me trae o me lleva?
¿Me aguardan los gusanos
o los ángeles?
¿Oísteis?
Es la nueva canción,
y la vieja canción...
¡Nuestra pobre canción!
¿Quién soy yo?...
Mi vida esá en el aire dando vueltas.
¡Miradla, filósofos, como una moneda que decide!
¿Cara o cruz?
Yo no soy nadie.
Un hombre con un grito de estopa en la garganta
y una gota de asfalto en la retina.
Yo no soy nadie.
Y no obstante, estas manos, mis antenas de hormiga,
han ayudado a clavar la lanza en el costado del mundo
y detrás de la lupa de la luna hay un ojo que me ve
como a un microbio royendo el corazón de la Tierra.
Tengo ya cien mil años y hasta ahora no he encontrado
otro mástil de más fuste que el silencio y la sombra
donde colgar mi orgullo;
tengo ya cien mil años y mi nombre en el cielo se escribe
con lápiz.
El agua, por ejemplo, es más noble que yo.
Por eso las estrellas se duermen en el mar
y mi frente romántica es áspera y opaca.
Detrás de mi frente -filósofos, escuchad esto bien-,
detrás de mi frente hay un viejo dragón:
el sapo negro que saltó de la primera charca del mundo
y está aquí, aquí, aquí,...
agazapado en mis sesos,
sin dejarme ver el Amor y la Justicia.
Yo no soy nadie , nadie.
Un hombre con un grito de estopa en la garganta
y una gota de asfalto en la retina...Yo no soy nadie,
filósofos...
Y éste es el solo parentesco que tengo con vosotros.
LEÓN FELIPE.
P&I
Yo no soy el filósofo.
El filósofo dice: Pienso... luego existo.
Yo digo: lloro, grito aúllo, blasfemo...luego existo
Creo que la Filosofía arranca del primer juicio.La
Poesía del primer lamento. No sé cual fue la palabra primera
que dijo el primer filósofo del mundo. La que dijo el primer
poeta fue ¡Ay!
¡Ay!
Éste es el verso más antiguo que conocemos. La
peregrinación de esta ¡Ay! por todas las vicisitudes de la historia,
ha sido hasta hoy la Poesía. Un día este ¡Ay! se organiza y
santifica. Entonces nace el salmo. Del salmo nace el templo.
Y a la sombre del salmo ha estado viviendo el hombre muchos
siglos.
Ahora todo se ha roto en el mundo. Todo. Hasta
las herramientas del filósofo. Y el salmo ha enloquecido: se ha
hecho llanto, grito, aullido, balsfemia...y se ha arrojado de
cabeza en el infierno. Aquí están ahora los poetas. Aquí estoy
yo por lo menos.
Éste es el itinerario de la Poesía por todos los caminos de la tierra.
Creo que no es el mismo que el de la Filosofía.
Por lo cual no podrá decirse nunca: éste en un poeta filosófico.
Porque la diferencia esencial entre el poeta y el filósofo
no está como se ha creído hasta ahora, en que el poeta hable
con verbo rítmico, cristalino y musical, y el filósofo con palabras
abstrusas, opacas y doctorales, sino que el filósofo cree en la
razón y el poeta en la locura.
El filósofo dice:
Para encontrar la verdad hay que organizar el cerebro.
Para encontrar la verdad hay que organizar el cerebro.
Y el poeta:
Para encontrar la verdad hay que reventar el cerebro,
hay que hacerlo explotar. La verdad está más allá de la caja
de música y del gran fichero filosófico.
Para encontrar la verdad hay que reventar el cerebro,
hay que hacerlo explotar. La verdad está más allá de la caja
de música y del gran fichero filosófico.
Cuando sentimos que se rompe el cerebro y se quiebra
en grito el salmo en la garganta, comenzamos a comprender.
Un día averiguamos que en nuestra casa no hay ventanas.
Entonces abrimos un gran boquete en la pared y nos escapamos
a buscar la luz desnudos, locos y mudos, sin discurso y sin canción.
Además los poetas sabemos muy poco. Somos muy malos
estudiantes, no somos inteligentes, somos holgazanes,
nos gusta mucho dormir y creemos que hay un atajo escondido
para llegar al saber.
Y en vez de meditar como el filósofo o de investigar
como los sabios, ponemos nuestros grandes problemas en el
altar de los oráculos o dejamos que los resuelva aleatoriamente
una moneda de diez centavos.
Y decimos, por ejemplo: Puesto que no sé quién soy...
que lo decida la suerte.
¿Cara o cruz?
II
¿CARA O CRUZ?
Filósofos,
para alumbrarnos, nosotros los poetas
quemamos hace tiempo
el ázucar de las viejas canciones con un poco de ron.
Y aún andamos colgados de la sombra.
Oíd,
gritan desde la torre sin vanos de la frente:
¿Quién soy yo?
¿Me he escapado de un sueño
o navego hacia un sueño?
¿Huí de la casa del Rey
o busco la casa del Rey?
¿Soy el principe esperado
o el principe muerto?
¿Se enrolla
o se desenrolla el film?
Este túnel
¿me trae o me lleva?
¿Me aguardan los gusanos
o los ángeles?
¿Oísteis?
Es la nueva canción,
y la vieja canción...
¡Nuestra pobre canción!
¿Quién soy yo?...
Mi vida esá en el aire dando vueltas.
¡Miradla, filósofos, como una moneda que decide!
¿Cara o cruz?
¡Cruz!
Perdí...Filósofos, perdí.
Perdí...Filósofos, perdí.
Yo no soy nadie.
Un hombre con un grito de estopa en la garganta
y una gota de asfalto en la retina.
Yo no soy nadie.
Y no obstante, estas manos, mis antenas de hormiga,
han ayudado a clavar la lanza en el costado del mundo
y detrás de la lupa de la luna hay un ojo que me ve
como a un microbio royendo el corazón de la Tierra.
Tengo ya cien mil años y hasta ahora no he encontrado
otro mástil de más fuste que el silencio y la sombra
donde colgar mi orgullo;
tengo ya cien mil años y mi nombre en el cielo se escribe
con lápiz.
El agua, por ejemplo, es más noble que yo.
Por eso las estrellas se duermen en el mar
y mi frente romántica es áspera y opaca.
Detrás de mi frente -filósofos, escuchad esto bien-,
detrás de mi frente hay un viejo dragón:
el sapo negro que saltó de la primera charca del mundo
y está aquí, aquí, aquí,...
agazapado en mis sesos,
sin dejarme ver el Amor y la Justicia.
Yo no soy nadie , nadie.
Un hombre con un grito de estopa en la garganta
y una gota de asfalto en la retina...Yo no soy nadie,
filósofos...
Y éste es el solo parentesco que tengo con vosotros.
LEÓN FELIPE.
P&I