domingo, 1 de marzo de 2009













CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO



He poblado tu vientre de amor y

sementera,

he prolongado el eco de sangre a que

respondo

y espero sobre el surco como el arado

espera:

he llegado hasta el fondo.


Morerna de altas torres, alta luz y altos

ojos,

esposa de mi piel, gran trago de mi vida,

tus pechos locos crecen hacia mí dando

saltos

de cierva concebida.


Ya me parece que eres un cristal delicado,

temo que te rompas al más leve

tropiezo,

y a reforzar tus venas con mi piel de

soldado

fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,

te doy vida en la muerte que me dan y

no tomo.

Mujer, mujer, te quiero cercado por las

balas,

ansiado por el plomo.


Sobre los ataúdes feroces en acecho,

sobre los mismos muertos sin remedio y

sin fosa

te quiero, y te quisiera besar con todo el

pecho

hasta en el polvo, esposa.


Cuando junto a los campos de combate

te piensa

mi frente que no enfría ni aplaca tu

figura,

te acercas hacia mí como una boca

inmensa

de hambirenta dentadura.


Escríbeme a la lucha, siénteme en la

trinchera:

aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,

y defiendo tu vientre de pobre que me

espera,

y defiendo tu hijo.


Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,

envuelto en un clamor de victoria y

guitarras,

y dejaré a tu puerta mi vida de soldado

sin colmillos ni garras.


Es preciso matar para segur viviendo.

Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,

y dormiré en la sábana de almidón y de

estruendo

cosida por tu mano.


Tus piernas implacables al parto van

derechas,

y tu implacable boca de labios

indomables,

y ante mi soledad de explosiones y

brechas

recorres un camino de besos implacables.


Para el hijo será la paz que estoy

forjando.

Y al fin en un océano de irremediables

huesos

tu corazón y el mío naufragarán,

quedando

una mujer y un hombre gastados por los

besos.









Poema: Miguel Hernández

Imagen: Raindra Parkarsa.








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