Vieja tonada
Tù estarìas sentada
orilla, orilla del mar.
Yo te llamarìa entonces,
tù seguiras allà.
Yo te dirìa: ¿Què haces,
orilla, orilla del mar?
Tù: Busco nàcares blancos
y ramitos de coral.
Yo: No te tengo segura
orilla, orilla del mar,
con esos ojos tan hondos
que espìan la inmensidad.
Tù: Nadie puede robarme,
orilla, orilla del mar,
si no son esas dos rocas
que por mi se echen a andar.
Y yo: Pobre niña sola,
orilla, orilla del mar.
¿No ves el navìo azul
de arboladura ideal?
¿No lo ves que, solapado
del mismo color del mar,
con rayos de sol por remos,
adelanta sin cesar?
EDUARDO MARQUINA.
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