CANCIÒN A LA MUERTE
Dèbil mortal, no te asuste
mi oscuridad ni mi nombre;
en mi seno encuentra el hombre
un tèrmino a su pesar.
Yo, compasiva, le ofrezco
lejos del mundo un asilo,
donde a mi sombra tranquilo
para siempre duerma en paz.
Isla yo soy del reposo
en medio el mar de la vida,
y el marinero allì olvida
la tormenta pasò;
allì convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allì se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.
Soy melancòlico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer
y aduerme al hombre, y sus sienes
con fresco jugo rocìa,
mientras el ala sombrìa
bate el olvido sobre èl
Soy la virgen misteriosa
de los ùltimos amores,
y ofrezco un lecho de flores
sin espinas ni color
y amante doy mi cariño
sin vanidad ni falsìa:
no doy placer ni alegrìa
mas es eterno mi amor.
En mi la ciencia enmudece,
en mi concluye la duda
Y àrida, clara, desnuda,
enseño yo la verdad,
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano,
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.
Ven y tu ardiente cabeza
entre mis manos reposa,
tu sueño, madre amorosa,
eterno regalarè,
ven y yace para siempre
en blanda cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.
Deja que inquieten al hombre,
que loco al mundo se lanza,
mentiras de la esperanza,
recuerdos del bien que huyò:
mentira son sus amores,
mentiras son sus victorias,
y son mentiras sus glorias,
y mentira su ilusiòn.
Cierre mi mano piadosa
tus ojos al blando sueño
y empape suave beleño
tus làgrimas de dolor
yo calmarè tu quebranto
y tus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de tu herido corazòn.
JOSÈ DE ESPONCEDA.
Dèbil mortal, no te asuste
mi oscuridad ni mi nombre;
en mi seno encuentra el hombre
un tèrmino a su pesar.
Yo, compasiva, le ofrezco
lejos del mundo un asilo,
donde a mi sombra tranquilo
para siempre duerma en paz.
Isla yo soy del reposo
en medio el mar de la vida,
y el marinero allì olvida
la tormenta pasò;
allì convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allì se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.
Soy melancòlico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer
y aduerme al hombre, y sus sienes
con fresco jugo rocìa,
mientras el ala sombrìa
bate el olvido sobre èl
Soy la virgen misteriosa
de los ùltimos amores,
y ofrezco un lecho de flores
sin espinas ni color
y amante doy mi cariño
sin vanidad ni falsìa:
no doy placer ni alegrìa
mas es eterno mi amor.
En mi la ciencia enmudece,
en mi concluye la duda
Y àrida, clara, desnuda,
enseño yo la verdad,
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano,
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.
Ven y tu ardiente cabeza
entre mis manos reposa,
tu sueño, madre amorosa,
eterno regalarè,
ven y yace para siempre
en blanda cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.
Deja que inquieten al hombre,
que loco al mundo se lanza,
mentiras de la esperanza,
recuerdos del bien que huyò:
mentira son sus amores,
mentiras son sus victorias,
y son mentiras sus glorias,
y mentira su ilusiòn.
Cierre mi mano piadosa
tus ojos al blando sueño
y empape suave beleño
tus làgrimas de dolor
yo calmarè tu quebranto
y tus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de tu herido corazòn.
JOSÈ DE ESPONCEDA.
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