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Cuando pulsas, mi música, el teclado
con la danza aleteante de tus dedos
y le arrancas con grácil movimiento
acordes que seducen mis oídos,
envidio a los listones que dan brincos
por besarte la palma de la mano,
y la audacia de la madera inerte
a mis tímidos labios ruboriza.
Por esa sensación se trocarían
en las teclas que rozas con dulzura,
dando airosamente al leño muerto
lo que a labios vivientes has negado.
Si tus dedos los hacen tan dechosos,
dáselos, y a mí dame tus labios.
William Shakespeare.
P&I
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