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¡Adiós! No merezco poseerte
y conoces, por cierto, tu valía.
Tus méritos te han dejado libre
y todos mis derechos caducaron.
¿Cómo retenerte sin no accedes,
por qué he de merecer tanta riqueza?
Carezco de argumentos y razones,
de modo que mi plazo está vencido.
Te diste a mi ignorando tus virtudes
o ignorando a quién las entregabas;
don precioso, cedido erróneamente,
que hoy me quitas, con juicio más sensato.
Te tuve cual quien duerme y desvaría,
en sueños rey, en la vigilia nadie.
William Shakespeare.
P&I
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