jueves, 25 de diciembre de 2008
LA SERPIENTE QUE DANZA
Cuanto me gusta ver, querida indolente,
en tu cuerpo, tan bello,
como un tejido oscilante,
relucir tu piel.
En tu profunda cabellera
de acres perfumes,
mar vagabundo y oloroso
de olas azules y negras.
Cual un navío que se despierta
al viento matinal,
mi alma soñadora zarpa
hacia un lejano cielo.
Tus ojos que no muestran
suavidad ni amargura,
son dos heladas joyas en que el hierro
y el oro se confunden.
Viéndote andar, cadenciosa,
bella en tu descuido.
pareces una serpiente que danza
en equilibrio.
Bajo el fardo de tu pereza,
tu cabeza de niña
se mece con la molicie
de un elefante joven.
Y tu cuerpo se inclina y se alarga
cual navío esbelto
que navega de costa a costa, hundiendo
en el agua sus vergas.
Como una ola que ensancha
los glaciares fundidos,
cuando el licor de tu boca
moja tus dientes,
creo beber un vino de Bohemia,
victorioso y amargo,
¡un cielo líquido que siembra
mi corazón de estrellas!
Poema: Charles Baudelaire
Imagen: Toulouse Lautrec.
P&I
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