Como el azul de Miró
Nadie me ve ni escucha
Como el rojo de Miró
Cegados están mis ojos
Como el negro de Miró
A señas veo a los hombres.
Nadie me ve ni escucha
Como el rojo de Miró
Cegados están mis ojos
Como el negro de Miró
A señas veo a los hombres.
Un follaje de nubes envuelve mi cabeza;
el viento las deshace, dio la vuelta y me mostró
un sendero de estrellas.
La desnudez de las estrellas transfiguraron
los pudores de las beatas y las muchachas de Octavio
bajan las escaleras carcajeándose.
En el horizonte todos los astros hacían ingrávidas piruetas.
El paisaje astral se recrea en el espejo de la noche.
La cauda del cometa se deshace, cae a la tierra
en iridiscentes plumas de colibrí; en espirales las convierte el viento
y en cada grano de arena se detienen como flores
de fosforescencia planetaria.
La ola, muralla de agua, se las traga y en la panza del océano
se trasmutan en peces de colores.
Imagen y texto:
María González.
P&I
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