sábado, 7 de noviembre de 2009
Un día mojado de julio, siendo yo niño,
hice un barco de papel y lo eché al arroyo.
Yo estaba solo ¡y era tan feliz con mi juego!
...Y eché mi barco de papel al arroyo.
Las nubes se pusieron negras, pasó el vendaval
y cayó del cielo un diluvio.
Y el agua fangosa, ancha y violenta,
se llevó mi barco.
Pensé amargamente que la tormenta había sido sólo
contra mi ventura, que todo su daño había sido
sólo para mí.
Hoy, día nublado y largo de julio, meditaba
yo en esos juegos de la vida en los que siempre perdí.
Le reñía a mi destino por tanta treta,
cuando, de repente, recordé el barquito de papel
que se me fue en el agua del arroyo...
P&I
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