domingo, 25 de noviembre de 2007



FERNADO ROBLES






SOLO LA MUERTE


Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido.
el corazòn pasando un tùnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufrago hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazòn,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Hay cadàveres,
hay pies de pegajosa losa frìa,
hay muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido sin perro
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataùdes a vela
zarpar con difuntos pàlidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como àngeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataùdes subiendo en rìo vertical de los muertos,
el rìo morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado, como un àrbol.

Yo no sè, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas hùmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va tambièn por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos,
la muerte està en la escoba,
es la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte està en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sàbanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde està esperando, vestida de almirante.


PABLO NERUDA




























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