jueves, 11 de diciembre de 2008













EL JUEGO


En sus mustios sillones, las viejas cortesanas
con sus pintadas cejas e incitantes pupilas,
con melindres y haciendo de sus orejas flacas
caer un rumorcillo de piedras y metal,

junto al verde tapete unos rostros sin savia,
los labios sin color, mandíbulas sin dientes,
y unos dedos crispados por fiebres infernales
hurgando en los senos o los bolsos vacíos;

bajo los sucios techos de una hilera de lámparas
y de enormes quinqués proyectan sus fulgores
en la sien tenebrosa de poetas ilustres
que van a derrochar su sangriento sudor;

He aquí el negro cuadro que en un sueño nocturno
clarividentes miraron mis pupilas.
Yo mismo en un rincón del taciturno antro
me vi, mudo, glacial, pensativo, envidiando

de todas esas gentes la pasión obstinada,
de esas viejas rameras la fúnebre alegría,
mientras audazmente ante mí traficaban
el uno con su honor, otra, con su hermosura.

¡Y se asustó mi pecho de envidiar a esos hombres
que corren con fervor hacía el sediento abismo,
y que ahítos de sangre, al fin preferirían
el dolor a la muerte, y el infierno a la nada!












Poema: Charles Baudelaire

Imagen: Toulouse Lautrec.










P&I

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