martes, 9 de diciembre de 2008













LA CARETA

Mirad ese tesoro de gracias florentinas;
en las curvas que ostenta su cuerpo musculoso
se hermanan, como diosas, la Elegancia y la Fuerza.

Esta mujer, creación en verdad milagrosa,
divinamente fuerte, divinamente esbelta,
nació para reinar en lechos suntuosos,
para encantar los ocios de un príncipe o un Papa.
-Contempla esa sonrisa, sutil, voluptuosa,
donde la vanidad sus éxtasis diluye;
ese largo mirar, burlón y solapado.
ese rostro, tan lindo en su marco de gasa,
en donde victorioso, cada rasgo nos dice:

"¡El placer me reclama y el Amor me corona!"
A este ser dotado de tanta majestad,
¡Qué incitante atractivo presta la gentileza!
¡Pero ven contemplemos de cerca su hermosura!

¡Oh blasfemia del arte! ¡oh sorpresa fatal!
¡La del cuerpo divino que la dicha promete,
se transforma en su cima, en un monstruo bicéfalo!

-!Ese rostro que alumbra una exquisita mueca
es tan solo una máscara, un engañoso adorno,
y mira; mira aquí, atrozmente crispada
la auténtica cabeza la verdadera faz,
reclinada al abrigo de esa otra faz que miente¡
¡Gran y pobre hermosura! ¡el magnífico río
de tu llanto se vierte en mi pecho angustiado;
tu engaño me embriaga y mi alma se abreva
en la fuente que abre el Dolor en tus ojos!

-¿Y por qué llora? Ella, hermosura perfecta
que tendría a sus pies la humanidad rendida...
¿Qué misterioso mal roe su flanco atlético?

-Llora, hombre, insensato, llora porque ha vivido,
y porque vive aún; mas lo que ella lamenta
sobre todo y la hace temblar estremecida,
es que mañana, ¡ay! debe seguir viviendo
y pasado mañana; siempre ¡como nosotros!













Poema: Baudelaire

Imagen: Toulouse Lautrec.












P&I

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