viernes, 19 de diciembre de 2008
CANCIÓN DE SIESTA
Aunque tus malvadas cejas
te presten un aire extraño
que no es el que tiene un ángel,
¡bruja de incitante mirada!
¡te adoro, oh frívola mía,
oh mi terrible pasión,
con el fervor de un sacerdote
por su ídolo!
Los bosques y los desiertos
perfuman tus ásperas trenzas.
Tu cabeza tiene la actitud
del enigma y del secreto.
El aroma vaga en tu carne
como en torno de un incensario;
subyugas como la noche,
ninfa, tenebrosa y cálida.
¡Ah! los filtros más potentes
no valen lo que tu pereza,
y conoces la caricia
que resucita a los muertos.
Tus caderas se enamoran
de tu espalda y de tus senos,
y hechizas los almohadones
con tus lánguidas posturas.
A veces, para calmar
tu cólera misteriosa,
prodigas, con gravedad,
los besos y los mordiscos;
me desgarras, oh morena,
con una risa burlona
y sobre mi corazón pones
tu ojo suave cual la luna.
Bajo tus chapines de raso,
y bajo tus dos pies de seda,
pongo mi gran alegría,
mi destino y mi genio.
¡Mi alma que por ti ha sanado,
por ti, oh luz y color!
¡explosión de calma y paz
en mi Liberia tenebrosa!
Poema: Charles Baudelaire
Imagen: Toulouse Lautrec
P&I
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